jueves, 10 de abril de 2014

Enseñar





Enseñar es una labor sagrada, es forjar seres humanos, eso es una gran labor, la mejor de todas... pero ¿quién está lo suficientemente despierto para enseñar?

El niño es un ser altamente vivo... y el adulto fácilmente muerto.
¿Qué puede enseñar un muerto?
A no ser que se trate de aquella muerte mística, la muerte del hombre viejo, el nacimiento del hombre nuevo y el sacrificio por los demás.
Si el hombre viejo no a muerto ¿qué podemos enseñar?
¿Nuestros propios errores y conflictos?


El niño tiene los ojos abiertos, su atención plena, su disposición es la de captar lo real, fundiéndose con lo que contempla: lo ama.

Debemos contemplar el mundo y ver el producto de la educación; comprenderemos al instante, de que algo está fallando, y el error es tan terrible, que las consecuencias son abominables.

¿Por qué se empeña la educación en introducir a los niños en este mundo caduco y destructivo?
El niño, que aún está vivo, quiere lo vivo, lo actual, el presente...quiere indagar, pensar por sí mismo, andar sus propios pasos

El hombre viejo ya lo sabe todo, y por ende, ya no puede conocer lo nuevo.
Intenta enseñarle al niño, lo viejo, lo muerto, lo conocido... y fracasa.
Difícil relación.

Finalmente la bestia se lo traga todo, y convierte lo bello en viejo, en añejo y convencional.

Convertimos a los niños en presos de nuestra cultura.

¿Hay alternativas? Enseñar a indagar, deducir, descubrir...

2 comentarios:

  1. Cada uno de nuestros gestos, ideas y comportamientos son una educación y ejemplo no solo para los niños, sino para todo aquel que nos rodea y para nosotros mismos...
    No nos podemos sentir preparados para educar a ningún solo ser humano ya sea adulto o infante sin haber pasado primero un profundo examen de conciencia sobre nosotros mismos... entonces nos daremos cuenta de que no es justo transmitir nuestros juicios y prejuicios, nuestros miedos y barreras, nuestros monstruos más profundos a otros seres que con inocencia e ignorancia nos escuchan y siguen...
    Para educar a otros en la libertad... primero tenemos que ser libres, y por ende nuestros seres más cercanos se contagian de esa libertad auténtica. Pero como dije... primero tenemos que ser libres... ese tiene que ser nuestro cometido...

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  2. Gracias zeghoma; el trabajo es delicado, pues ¿quién está libre?. Pero si estar libre es nuestra principal preocupación y ocupación, entonces estamos obrando bien, entonces tenemos que perdonar los errores que cometemos mientras caminamos. Desde luego el que no comete errores es el que se queda inmóvil.
    Acción prudente, flexible y respetuosa, sabiendo que aún no estamos libres.

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